DIGRESIONES (COMO ANTICIPO) DE UNA ENTREVISTA (POR APARECER)
¿Has leído a Spicer? Me gusta su poesía, es un constructo hecho con interferencias –en eso me identifico con el viejo Jack. Pero, bueno… eso ahora no es importante. Sus biógrafos señalan que Jack Spicer era un neurótico respecto de su escritura.
No sé si sea cierta verdad la historia aquella donde se cuenta que estando ya en su lecho de muerte, Jack confesó: "My vocabulary did this to me".(imagínate si Proust hubiera descrito esa escena, de hecho Spicer aún nos sobreviviría) Bueno, sufría de una neurosis similar. No quería sentir a ese vocabulario como un enemigo de mi (inexistente) paz. Sin embargo, al revisar mi obra (eran 14 libros) descubrí varios textos, que me molestaban: estaban demarcados por el influjo modal. Textos poco arriesgados. Los mismos que sacrificaban la estética que desde entonces entreveía al gusto de la tiranía del lector. Sentía muchísima ansiedad por hacerlos desaparecer de mi obra. Ya está hecho. También por eso hoy puedo decir que esta tiene su partida de nacimiento en Arequipa –un no-lugar. Puedo dormir tranquilo y seguir con lo mío.
Ahora, y admítelo, la pregunta que me haces deja un huevo de cosas para el psicoanálisis. ¿Sobre la base de qué escribo o quisiera escribir? En primer lugar sobre la conciencia del fin de la metáfora, de su retirada, para dejar al lenguaje en suspenso. La poesía ya no constituye una promesa, la de lo sublime. Lo que se derrumbó en Berlín no fue solo el Muro, también el mito de la Torre de Marfil. Y en el ámbito de lo poético (algo que puede resultar tan inesperado como pasar por casualidad y verte en el espejo para, entonces detenerte y preguntar: “oye huevón, ¿qué haces ahí?”) empezó a tener cabida cierto tipo de expresión no considerado ni en la oralidad del conversacionalismo o en el ornamento neobarroco. Creo yo que fue el fragmento, ¿el fragmento de qué? De lo que quedaba de la realidad pero “fuera de todo”, decía Blanchot, demostrando que (me parece genial esa frase suya) “toda literatura es una literatura del fin de los tiempos”) Ese fragmento que quedó al encontrar un lugar (que está fuera del tiempo) origina una forma particular. Es lo que sobra, o quedó, de la humanidad.
Te hablaba hace un momento de la interferencia. Yo escribo sobre la base de una serie de interferencias que rompen con la linealidad lógica (que fascina al lector), sentimental o biográfica como si se tratara de presentimientos, ¿de qué? De pensamientos que dejarán de ser pensamientos para cobrar un sentido no precisamente “dentro” del poema sino también al borde de sus agujeros negros. Mi escritura está llena de agujeros negros. Estos absorben al poema hasta reconstituirlos en otra cosa. Por momentos encontrarás procedimientos propios del ensayo, bocetos de novelas o crónicas de viaje, ¿sostenidos por qué? Por la música. O al menos cierta noción de música en el cual la métrica está oculta bajo los sedimentos de diversos niveles de habla (generalmente octosilábica)
No quiero marearte. Lo que pretendía decir era: en mi escritura, al menos eso dicen, está todo aquello que constituyó realidad, la realidad del siglo XX pero que quedó fuera de ese tiempo para devenir en un tránsito, al margen y dentro de todo, y descubrirse vigente en el siglo XXI.
Los escritores que me interesan, no hablo ya de generación porque en estos tiempos uno solo es contemporáneo de aquello que le provoca cierta fascinación, siempre estuvieron en crisis. Mira tú al pobre Celan, a Frank O'Hara o al loco de Berryman. Sin embargo verás que bajo la escritura de todos ellos percute un sincopado, una reverberación singular que, mientras uno va siendo absorbido por sus escrituras, empieza a subir de decibel (en decibel) hasta dar la impresión de estar dentro de una rapsodia. En ese sentido hay denominaciones con las que me siento más cómodo que cuando escucho decir “poeta”. Una la conversábamos en cierta ocasión con un poeta argentino: constructor de poemas. O como decía ese tipo enorme que se llama Diego Maquieira: compositor.
Yo compongo escritura sobre las partituras del viejo rock and roll.
Janis Joplin, Lou Reed, David Bowie “están” en lo que escribo –como se demuestra abiertamente en Dime Novel- tan presentes como las locaciones que se construyen de acuerdo al devenir de la escritura. A mí la música me salvó la vida, varias veces. Por ello tal vez en lugar de escucharla obsesivamente y no romper el mágico efecto que produce en mí lo que hago hoy es componerla.
En mi escritura coexisten diversas interpretaciones: una musical, otra novelística, también hay momentos de tragedia pop y hasta de mockbusters pero concebidos desde la poesía, el imprudente alfabeto primordial. Alguien dijo.
En suma, cada texto constituye para mí una (contra)partitura cultural.
La huella de una civilización que existe, pero fuera del tiempo.