El crítico uruguayo brinda algunas luces para aproximarse a "Cuando el destino dejó de ser víspera. Obra reunida 2005-2015" de reciente aparición en España
La característica residual se ha asentado como marca de la poesía de Maurizio Medo

 No porque trabaja con lo que queda y con lo relegado. Porque nadie trabaja de esa manera esa sobra que, cuando actúa con la determinación poética de Medo, alcanza una altura de difícil emulación y el resto se transforma en sombra abajo, rastro de un vuelo. 

Sobra

Es inútil negar el carácter sobrante de la poesía en este estado civilizatorio y en la actual modulación del capitalismo post-industrial, financiero y saqueador. Sobrante refiere no a una ontología perdida que aparece de vez en cuando con dimensión espectral a recordar una falta. Hay algo de esa sombra cuando se lee con una cierta perspectiva histórica -retrospectiva o prospectivamente- poesía latinoamericana. Si algo hizo mi generación fue recordar el sitio otorgado a la poesía por ciertos movimientos capitales de lo poético en los siglos XIX y XX, el romanticismo -con su metamorfosis simbolista en Francia que ahonda de manera radical los postulados románticos- y las vanguardias estético-históricas, cuya inter-relación es un hecho conocido. Es un recuerdo que en realidad carea: poner frente al presente de un hecho las condiciones que hicieron que ese hecho se posicionara de una manera y no de otra. Desde el punto de vista del discurso poético hegeliano, de donde deviene la relación íntima romanticismo-vanguardia-quiebra del vínculo-dispersión de las formas-rescrituras, el resultado de ese devenir obliga a un constante replanteo de la posición poética. Fuera de ese discurso, no hay necesidad de tal cosa. Por una simple razón: el discurso hegeliano en su condición estético-artística es esa manera crítico-negativa de abordar el tema del arte y de la poesía. Fuera del discurso hegeliano, de marcado tinte histórico, aquí no pasó nada. Y como no pasó nada, nada hay que reclamar. Todo está validado de antemano si se puede abolir la dimensión abismal que alcanza el arte en el siglo XIX a partir del movimiento romántico y su declinar a fines del siglo XX. El concepto de sobra en el sentido en que lo uso, como un resto y como un estar por encima de la razón catastrófica del presente artístico-poético, se puede tomar en cuenta desde la historicidad y no desde una homologación temporal de tinte eternista. Todos los tiempos están aquí, todas las formas están en el presente. Cierto. Depende cómo se usen.

Presente del pasado: el resto

Lo que no se averigua nunca en la poesía de hoy es qué relación tiene el trabajo del resto con el pasado, o, por qué la necesidad de una re-escritura -que es un r-esto, es decir, un presente desplazado del hecho presente- que puede, o no, ser re-escritura de unas obras o puede ser re-escritura de unas escrituras generales o puede ser re-escrituras de precisos modos de ver canónicos de la escritura misma: escrituras de esplendores, Dante, Shakespeare. Lo que esplende rara vez lo hace con intensidad en su presente. Lo que alcanza esplendor resplandece por el tiempo -aunque el tiempo, como máxima de la fugacidad, se caracterice como marca de una no-duración y el resplandor sea un instante. La preservación del instante y su proyección en el tiempo serían características del esplendor. Características que pueden ser actualizadas en el presente. Mi duda es: ¿en todo presente? ¿O en este presente que busca frenéticamente el esplendor perdido ante el simulacro norteamericano de esplendor continuo y la fábrica china de esplendor?

La poesía de Maurizio Medo constituye esto: una de las formas de esplendor del resto. Lo que la configura es la conciencia de una ausencia -lo que impone una negatividad: la búsqueda de límites, zonas no tocadas por la norma, no necesariamente por tradición a-normales como la locura, el lenguaje de “segunda mano”, cocoliche de boliche en manos de migrante- y la asunción de lo que queda, el resto mismo, como forma afirmativa, lo que enlaza con una historicidad poética de comienzos, donde la palabra actúa con una dirección de ontología dirigida: un esto es, sin duda ni cuestionamiento posible. Se crea un espacio donde todo afirma, desde el borde mismo del espacio hasta la pregunta por el lenguaje, lo que termina enroscando, caracol siempre continuo, una paradoja orgánica: la forma se hace por contraformalización. Lo crudo no es la ausencia de fuego: es lo que atrapa a la mirada cuando ya no puede destilar el límite de las cosas, cosas cocinadas, ese sabor que la traición del presente hizo con lo nuevo que ahora es repetición del nuevo anterior: un mundo -al que no escapa la poesía- que va de un nuevo a un nuevo que va a un nuevo, todos en pie de igualdad, numerados, sellados en su concha (Shell). Maurizio Medo des-vela ese mecanismo no desde la distancia sino desde la intimidad. El resultado es procesual, discontinuo, contradictorio, adverso a lo que era versura. ¿Una adherencia? Una característica, en todo caso, del sobrante. También se puede decir de la acción poética de Medo: re-construcción de una estela.